SOMOS CUATRO SOMOS UNO

Siempre hemos sido cuatro. Siempre hemos sido uno.

Es fácil describirnos, aunque no tanto entender cómo funciona el destino cuando juega con sus hilos.

Cris rebosa vida. Es de esas personas que quieren abarcar todo lo que esté en su mano como si siempre fuese su última oportunidad. Le encanta cambiar de aspecto, hay días en los que hasta nos ha costado reconocerla. Ahora lleva el pelo rosa, le ha dado por los looks de colegiala y se ha aficionado a los videojuegos. La semana pasada se ponía flores en el pelo, proclamaba la paz y era vegana. Pero la queremos así. Creo que es el ejemplo más real de lo que somos: un puñado de adolescentes en busca de una identidad que se vislumbra borrosa con un millón de tendencias ávidas de captar adeptos sobrevolándonos la cabeza.

Flora es más intimista. De las que llevan una libreta en la bandolera y no duda en sacarla para anotar algún pensamiento. No sufre mucho por su aspecto, pero oculta un extraño gusto por los colores oscuros que quizás tenga algo detrás, aunque aún no esté preparada para confesarlo. Odia las faldas, siempre piensa que un libro será mejor que la película y que alguien que no se quita las gafas de sol para saludarte no es trigo limpio.

Agus es el único chico del grupo. Es curioso, pero hasta que no lo dices en alto no lo notas. Para nosotras es uno más. Una pieza indispensable que completa el puzle. Pero, no quiero que os forméis una idea equivocada, Agus es el tío más deseado que conozco y, aunque para nosotras sea el punto y seguido a cada una de nuestras divagaciones, el comentario sarcástico en el momento adecuado y el único chico capaz de disfrazarse de mujer y no parecer un travesti, para el resto del mundo es un bombón. El típico chico sensible del que todas se enamoran mientras no pretendas que recuerde las fechas señaladas.

Y, por último, estoy yo, Mar. La típica chica del montón, pero que pretende dejar huella en el mundo con algo que se la recuerde. La que no sigue los convencionalismos, la que odia que le digan cómo tiene que hacer las cosas y que teme que algún día la vida la atrape en esa tela de araña llamada conformismo.

Sí, hasta el momento en el que me senté a escribir estas líneas no fui consciente de lo diferente que somos entre sí y de cuánto nos necesitamos.

Sentirse distinto es complicado. Y Flora, Cris, Agus y yo llevábamos mucho tiempo sintiéndonos así, pero en solitario. Y, perdonar que os lo diga, pero hasta que no encuentras a alguien de tu misma especie, no puedes compartir parte de esa vida que pasa apresurada delante de tus ojos. Sí, somos algo así como una especie de vampiros que se unen para cazar por la noche pero que en solitario no sin capaces de enseñar los colmillos.

Cuando Flora se topó con Agus en una sala de espera de esos lugares donde nadie quiere permanecer mucho tiempo, sacó su libreta y se dedicó a anotar todo lo que, para su sorpresa, encontró similar a ella en ese chico.

La imposibilidad de frenar el movimiento de las piernas, las uñas mordidas, el pelo maltratado, la vista perdida, un cambio de postura cada cinco segundos y esa manía de tirar hacia fuera de los puños de la chaqueta, lo delataron.

Por eso cambió de asiento, se acercó a él y se presentó en un arranque de valentía que a ella misma aún le sorprende; o quizás fue la necesidad de no sentirse sola lo que la empujó a hacerlo, lo cierto es que ese fue el inicio de algo que, aún hoy, le agradecemos.

—Me llamo Flora, ¿y tú?

Él asegura que fue su mirada serena lo que le hizo creer que aquel era un sitio seguro.

—Agus.

—Aunque no lo creas, no suelo hacer esto y, créeme, no es una excusa barata para acercarme a ti. Es solo… Bueno, si lees esto y te sientes identificado, habrá valido la pena.

Agus leyó extrañado lo que aquel cuaderno guardaba y, se relajó.

Encontrar a alguien que te comprenda es como hallar el diamante más pesado en una mina oculta. Al menos eso creo, porque de lo que más segura estoy mientras os cuento todo esto es de que el mundo te encierra en una especie de cueva y pretende hacerte sentir libre.

Lo mío con Cris no fue tan casual. Ella ya venía de una larga lista de intentos sin éxito y yo era un prototipo a seguir. Nos juntaron. Casi nos obligaron a conocernos. Y se sorprendieron cuando el experimento funcionó y la chica inmune a los tratamientos se miró en el espejo de la que no se salía de la línea. Cris consiguió que mi vida tuviese color hasta en los días más oscuros, hasta cuando los sentimientos se desordenaban, o cuando no servían las rutinas, incluso cuando los medicamentos solo adormecían a los miedos. Ella le dio sentido a esa locura que aceleraba mi corazón, me hacía gritar y me dañaba a mí y a todo el que se acercaba. Se quedó después de los gritos, del perdón que no se recordaba al día siguiente y … Me hizo bailar. Me obligó a reírme de aquel trastorno que nos hacía diferentes y nos obligaba a pasar demasiado deprisa por una vida que no nos entendía.

El día en que coincidimos en aquella sala de espera, nos sonreímos, hablamos sin escucharnos, lloramos y comprendimos que luchar contra un mundo que nos arrastra a ser inmediatos, pero nos obliga a frenar, no era la solución. Que la respuesta está en nosotros mismos, en unirnos, apoyarnos y comprender que, a veces, es mejor no prestar atención, que ser hiperactivo solo significa que vas más rápido y que pararse a sentir es lo único importante de toda esta lección.

Somos cuatro, somos uno. Todos tenemos TDHA.

SOBRE MI

Leonor

Hola mi nombre es
LEONOR BASALLOTE

Biografía

Gaditana, afincada en Toledo y con una maleta llena de inquietudes y sueños. Así podría describirme durante muchos años. En la actualidad, tengo cuarenta y cuatro años, gestiono mi crisis y camino con paso firme. En el pasado, atesoro mis estudios de Historia, una raíz Andaluza de la que presumo y cinco novelas publicadas: ¡Atrévete, Ángela! (autopublicada_2018), Desorden (Finalista del Premio Kiwi RA en el año 2017), Valdivina (autopublicada_2018), Confusa Clara (autopublicada_2020) y Tres Segundos (autopublicada_reedición_2020) cada una de ellas con una historia de amor, dosis de misterio, pinceladas de erotismo y un mar de sentimientos.
Después de mi primera publicación, se despertó ese gusanillo que se alimenta con la opinión de los lectores y, tras cinco años dentro de este mundo de locos, mi necesidad de escribir se ha incrementado a la par que los lectores se han interesado por mis letras. Sin dejar de lado mi formación y con el respeto de alguien que aún le queda mucho camino que recorrer, me enfrento con ganas renovadas a cada proyecto.  

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